Sin suelo bajo los pies

Por petición personal, otra de mis muñecas sobre tapas de cajas de vino. Y, cómo no, inacabada (fijaros en la diadema sin colorear y esas Converse rojas que piden a gritos más detalles...).

Comencé a dibujarla de la misma manera que lo hago con la mayoría de mis trabajos: con un círculo que, dependiendo del tamaño, acabará siendo una cabeza o un ojo.

A partir de ahí nada está escrito y muchas veces el lápiz sigue su camino. Parece una manera diferente de construir algo, pero ningún arquitecto en su sano juicio empezaría un edificio desde el piso 24, por lo que muchas veces me quedo sin espacio por alguno de los lados del formato. En éste caso, la muñeca me pedía más piernas, pero la madera no crece a voluntad...

No encuadrar previamente. Ése es mi contínuo y gran error, algo que cierta burbuja me recuerda siempre.

Pero es muy divertido ver cómo las personas a mi alrededor van descubriendo a la cabezona al mismo tiempo que yo, sorprendiéndose de cada nuevo detalle o elemento. Y de repente, ¡sopla el viento! y todo vuela hacia la izquierda. ¿Por qué no?

Al menos, bajo el lápiz, todo es como yo quiero, mientras la vida se empeña en encuadrarnos y recordarnos el frío suelo bajo nuestros pies.

Al menos, mis cabezonas vuelan.